jueves, 4 de febrero de 2010

DEFENSA DE LA SALUD EN EL TRABAJO

La clase obrera, trabajadores y trabajadoras cada día nos enfrentamos al reto de volver a nuestros hogares y hacerlo íntegros. El sistema de producción que prevalece en el mundo está pensado para responder a la reproducción de los capitales a través de la obtención y transformación de las materias primas, en donde la mano de obra históricamente, confirmado por los principales modelos es igual a un motor que se reemplaza una vez “defectuoso”. Esta es una realidad fácilmente comprobable solo mirando las estadísticas de accidentabilidad en el trabajo o mucho mejor hablando con cualquier trabajador de cualquier empresa (principalmente manufacturera, minera, construcción y siderometalúrgica) y seguramente relatará tal o cual accidente o enfermedad ocurrido o agravado con ocasión al trabajo.

Es una guerra contra los procesos peligrosos existentes en el trabajo en todo el mundo, los grandes medios raramente exponen la gravedad de la realidad y las pocas veces que lo hacen utilizan su tinte sensacionalista, llegando al morbo de cualquier película gringa de las más sangrientas.

Toda la maquinaria capitalista está bien aceitada, prepara en sus universidades y otras instituciones técnicos, hasta ingenieros convencidos de que la salud y seguridad laboral es solo un asunto científico y no “político ni mucho menos ideológico”, que convierte a muchos de estos muchachos y muchachas en agentes de contención que sin cuestionar nada buscan el menor daño posible con la mayor producción obligada, y otros se les asigna la labor de atender al compañero y compañera cuando ya sufre la enfermedad o las lesiones.

En esta realidad es dramático el tratamiento de la burguesía dueña de los medios de producción en la ocurrencia de un accidente y o enfermedad ocupacional. Es la política de lavar la sangre y seguir produciendo; “el futuro del país y el éxito lo exige” es siempre el argumento, o en caso del reclamo del obrero o sus familiares: “el seguro social tiene que pagar el reposo o la pensión de sobreviviente, para eso lo pago”, incluso en muchos casos desconociendo el accidente y vilmente mintiendo sobre el mismo. Una práctica institucionalizada por las empresas y sus gerentes “exitosos” es culpar al trabajador o trabajadora por el accidente o enfermedad del cual ha sido víctima; conducta más baja es imposible.

Preguntemos rápidamente para desmitificar: ¿Quién es dueño de la maquinaria? ¿Quién es dueño de las materias primas a trasformar? Entonces ¿Quién introduce los riesgos?, ¿Por qué introduce los riesgos? Y mejor aún, ¿quién se queda con la mayor tajada de las ganancias? ¿Quién se lleva la plusvalía? Aquí nos remitimos a las respuestas del lector: si un capitalista o alienado por el sistema responde airadamente a su conveniencia, sólo una pregunta más: ¿tu inversión vale la sangre y el dolor del obrero/a accidentado/a o enfermo/a?

El que muere o se accidenta es un padre de familia, un hijo, en definitiva un hermano de clase que cae víctima de un sistema que muchas veces no ha llegado a cuestionar, porque en definitiva es “normal” trabajar en el ambiente que sea y muchas veces en cualquier condición.

En el momento actual, aunque los empresarios se mortifiquen y les dé jaqueca, los delegados de prevención armados de la LOPCYMAT con sus atribuciones, facultades, garantías y derechos tienen en sus hombros la labor histórica de no seguir permitiendo que hijos e hijas queden sin padre o madre afectados por los accidentes y enfermedades ocupacionales.

Los delegados y delegadas de prevención no pueden repetir los errores de buena parte de este nuestro movimiento obrero venezolano fragmentado, dividido (fijos y contratados), monetarista, elitista y gestorista, por eso es necesario entender que solos no cambiaremos nada, es junto a los propios trabajadores que cambiaremos esta terrible epidemia mundial de la accidentabilidad en el trabajo.

No más accidentes ni enfermedades en el trabajo implica y debe exigirnos como clase obrera hacer esfuerzos por el accionar conjunto, actuar dentro de la realidad concreta donde nos encontramos donde somos víctimas de las condiciones inseguras o insalubres. Un delegado de prevención que actúa solo no ha entendido a cabalidad sus funciones y contiene la organización de los trabajadores para paralizar las acciones y por lo tanto impide el aprendizaje colectivo, aquí o aprendemos juntos a enfrentar la accidentabilidad o estamos perdidos.

La salud y la vida de un trabajador no hay dinero en el mundo que las pueda pagar, tenemos que romper con la imposición de modelos en los que se paga el peligro y no se controlan los procesos peligrosos. No más se puede permitir que un obrero que pega bloques en una construcción se sienta contento por cobrar más y trabajar sin guardas, redes, eslingas y cabos de vida apropiados.

Cada delegado de prevención debe ser uno más en la lucha, y no dejarse hipnotizar por la locura del dinero. El sistema capitalista y sus defensores han hecho de todo para robar la dignidad de la lucha y buscan convertir a los delegados y delegadas de prevención en privilegiados que les pagan sin trabajar, liberándolos a tiempo completo para ser ayudantes de técnicos de seguridad o policías de sus compañeros de trabajo, por lo tanto ¡a luchar por nuestra liberación como clase y no por la liberación individual a cuesta de practicar la política del gallinero donde el que sube ensucia al de abajo!

Es un asunto de vida o muerte, un delegado de prevención que se vende y deja de hacer sus funciones es un cómplice del empleador en los accidentes, enfermedades y muertes causadas en el trabajo y se convierte en un vulgar gestor al buen estilo de un sindicalero de derecha.

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